🚢 El Viajero, el Papiro Alado y el Destino Propio
I. El Viaje del Hombre y el Barco Incendiario
Había una vez un hombre aventurero y algo imprudente llamado Ulises. Él no navegaba en galeones o bergantines, sino en un pequeño y orgulloso barquito de papel llamado el «Papiro». Ulises amaba el Papiro porque, aunque frágil, lo hacía sentir ligero y libre.
Un día, en pleno mar, Ulises sintió un antojo irresistible de langostinos a la parrilla. A pesar de que el Papiro era de papel, Ulises era un hombre de soluciones rápidas y riesgos altos.
—Un buen asado no le hace daño a nadie —se dijo, y sin dudar, encendió una pequeña fogata en la cubierta de papel, usando un trozo de corteza seca como base y colocando los langostinos en un alambre.
El aroma era delicioso, pero el papel seco protestó con un crujido. Las llamas, alimentadas por la brisa marina, se extendieron con rapidez.
—¡Fuego a bordo! —gritó Ulises, demasiado tarde.
El Papiro se consumió hasta ser una masa humeante. Ulises tuvo que saltar al agua, agarrando los restos carbonizados del barco, mientras los langostinos, ahora totalmente quemados, flotaban alrededor. El Papiro, su medio de viaje, estaba deshecho.
II. La Profecía de la Escarabella Capitana
Mientras Ulises flotaba, aferrado a los restos del naufragio, una diminuta escarabella, navegante experimentada y con un pequeño sombrero de capitán hecho de hoja de trébol, se acercó a bordo de su navío: una cáscara de nuez pulida.
—¡Capitana Escarabella! —pidió Ulises, con la voz ahogada. —¡Por favor, lléveme a mí y a los restos de mi barco a buen puerto!
La Escarabella lo observó con sus diminutas gafas y sentenció con una voz grave y clara:
—Hombre imprudente de barcos de papel y fuegos a bordo… Conozco muchos puertos. Con gusto lo llevaré, pero solo si acepta mi destino: el Puerto de las Consecuencias. Ese es el único puerto al que llevan las hogueras sin sentido.
Ulises miró los restos humeantes de su barco. Sabía que la Escarabella tenía razón: él había causado su propio desastre por su antojo. Pero el «Puerto de las Consecuencias» sonaba a un lugar de castigo y resignación, y Ulises era un hombre que se negaba a la resignación.
—Gracias, sabia capitana —dijo Ulises con firmeza—, pero ya he tenido suficientes consecuencias por hoy. Buscaré un destino diferente.
III. El Papiro Alado y el Nuevo Rumbo
Ulises sintió la necesidad de la libertad, de un destino no dictado por las consecuencias ni por mapas ajenos. Tomó las piezas de papel quemado que le quedaban y, con la destreza de un origami experimentado, las replegó con esmero.
El Viento, al ver la determinación del hombre y el valor del papel, sopló con una fuerza suave y mágica. Los restos del Barquito de Papel se estiraron y reformaron, transformándose en un elegante y fuerte Avión de Papel.
El Avión de Papel, ahora el «Papiro Alado», no era solo un barco; era una promesa de elevación.
Ulises se sujetó fuerte, y el Papiro Alado, con un giro audaz, se elevó en el aire, dejando atrás la superficie del mar y la sentencia de la Escarabella.
El Papiro Alado y Ulises ya no buscarían un puerto en un mapa. Buscaron su propio destino en el cielo, lejos de los peligros del mar y la tentación de encender fuegos en lugares equivocados. Habían aprendido que, a veces, para encontrar el camino correcto, hay que dejar de ser barco y atreverse a ser vuelo.
